Poesías
¨TE BUSCO”
Déjame que, tendido en esta noche,
avance, como un río entre la niebla,
hasta llegar a Ti, Dios de los hombres,
donde las almas de los muertos velan.
Los cuerpos de los tristes que cayeron,
helados y terribles me rodean;
como muros, encauzan mis orillas,
pero tengo desiertas mis riberas.
Yo no sé donde estás, pero te busco;
en la noche te busco, y mi alma sueña.
Por los que ya no están, sé que Tú existes
y por ellos mis aguas te desean.
Y sé que, como un mar, a todos bañas;
que las almas de todos Tú reflejas
y que a Ti llegaré cuando mis aguas
den al mar de tus aguas verdaderas.
avance, como un río entre la niebla,
hasta llegar a Ti, Dios de los hombres,
donde las almas de los muertos velan.
Los cuerpos de los tristes que cayeron,
helados y terribles me rodean;
como muros, encauzan mis orillas,
pero tengo desiertas mis riberas.
Yo no sé donde estás, pero te busco;
en la noche te busco, y mi alma sueña.
Por los que ya no están, sé que Tú existes
y por ellos mis aguas te desean.
Y sé que, como un mar, a todos bañas;
que las almas de todos Tú reflejas
y que a Ti llegaré cuando mis aguas
den al mar de tus aguas verdaderas.
José Luís Hidalgo
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Poema Nacimiento de José Luis Hidalgo
Ha llegado la noche para todos:
yo reclino mi frente en esta piedra,
donde los siglos, ciegamente, pasan,
mientras fulgen, arriba, las estrellas.
Entre duros peñascos me arragazan
los brazos maternales de la tierra.
Soy un hombre desnudo. Hoy he nacido,
como una larga luz, en su corteza.
Ni me muero, ni sueño. Abro los ojos
y, extiendo mis manos verdaderas,
toco el origen de mi ser humano,
el vientre elemental que me naciera.
Y, en la frente, la roca, su llamada,
la vida en destrucción que, ardiendo, espera
la voz de Dios que, sobre el mundo, clama
y se rompe, temblando en las estrellas.
yo reclino mi frente en esta piedra,
donde los siglos, ciegamente, pasan,
mientras fulgen, arriba, las estrellas.
Entre duros peñascos me arragazan
los brazos maternales de la tierra.
Soy un hombre desnudo. Hoy he nacido,
como una larga luz, en su corteza.
Ni me muero, ni sueño. Abro los ojos
y, extiendo mis manos verdaderas,
toco el origen de mi ser humano,
el vientre elemental que me naciera.
Y, en la frente, la roca, su llamada,
la vida en destrucción que, ardiendo, espera
la voz de Dios que, sobre el mundo, clama
y se rompe, temblando en las estrellas.
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